La tarde se descolgaba triste en aquel día húmedo de otoño sobre el muelle de Km. 5, los dos agentes pertenecientes a la comisaría de Km. 3 patrullaban a desgano la zona entre la bruma y el frío.
De pronto en el silencio que discurría entre las penumbras de la tarde, sonó un sonido lastimero que se amalgamaba con el ruido del oleaje, parecía el llanto de un niño, mientras la marea comenzaba su lento reptar entre las piedras de la playa, para ocupar el sitio que horas antes había dejado.
Los agentes se pararon a escuchar aquel extraño sonido
─ ¿Has escuchado ese llanto?
─ Si, me pareció que era un niño
─ Es extraño, parece venir del mar
─ No, es acá, bajo el muelle
─ ¿Quién puede ser tan malvado para dejar un niño bajo el muelle?
Las palabras acompañaban sus pasos mientras sus pies los llevaban hasta el muelle. Otearon el espacio abierto mientras sus ojos trataban de acostumbrarse a la creciente oscuridad, de pronto nuevamente aquel extraño gemido sonó casi a sus pies, allá donde el agua comenzaba su lenta agonía.
─ ¿Escuchaste?
─ Si, parece venir de debajo del muelle.
─ Trata de ubicar el llanto que yo bajare a buscarlo
─ ¡AQUÍ!, aquí, debajo de donde estoy, es un niño.
─ Creo que lo encontré
La carcajada sonó como una ola más contra las rocas de la playa y grito
─ Quédate tranquilo, no es un niño
Debajo del puente, casi colgando con un alambre se encontraba un perro, casi asfixiado, que con el último aliento trataba de escapar a una muerte segura, la pleamar de aquella tarde.
El agente lo tomó entre sus brazos y mojándose la ropa, a pesar del frío, intentó liberar de aquella horca de alambre, al pobre animal, para salvar su vida.
Mientras caminaba con el perro en brazos, escapando a la marea que implacable continuaba con su crecida, acariciaba la cabeza del pobre animal que movía la cola como agradeciendo su vida a su oportuna llegada.
─ Es un “cholo” cualquiera ─ le decía a su compañero mientras ambos acariciaban al pobre perro
─ ¿Quién abra sido tan desalmado para dejarlo medio ahorcado para que muera ahogado?
─ No encontrarás respuesta a esa pregunta ─ murmuró el salvador mientras ponía al perro en el suelo para que caminara.
Mientras caminaban comentaba el hecho, de pronto no se dieron cuenta que habían llegado a la bocacalle y un auto se acercaba a cierta velocidad, el ladrido del perro los sobresaltó.
─ ¿Quieres irte con nosotros? ─ pregunto el agente como esperando una respuesta del animal.
─ En la camisería no te van a dejar tenerlo
─ Yo convenceré al comisario
Y subiendo al móvil policial se dirigieron a la camisería de Km. 3 “Gral. Mosconi”. Al llegar contaron la historia al Oficial de guardia pidiendo ayuda para convencer al comisario.
Unos días después “ahorcado”, le quedaba a manera de marca, el recuerdo del alambre sobre su piel, era un miembro más en la comisaría.
Es asombroso ver como un animal intenta a pesar de no saber hablar, agradecer a quien le salvo su vida y Ahorcado seguía al agente para todos lados, como si hubiese crecido junto a él.
A veces parecía que comprendiera las cosas que le decían y se desesperaba para traer algo que el agente había pedido, un diario, un cargador, despertando la risa entre los demás miembros de la comisaría.
Ya llevaba como “efectivo” de la comisaría varios meses, cuando pararon un vehículo que llegaba a Comodoro Rivadavia; el perro agarraba con el hocico las manos del agente intentando llevarlo hasta el vehículo
─ ¡Cuidado! Se ha vuelto loco, te va a morder
─ No, trata de decirme algo, me quiere llevar, no me muerde
Era tanta la insistencia de “Ahorcado” que lo siguieron al perro varios de los efectivos, cuando llegó al vehículo empezó a olfatearlo por todos lados con la manifiesta inquietud del ocupante del mismo.
Los agentes rodearon al ocupante y pidiéndole que descendiera revisaron el vehículo, cual sería la sorpresa al encontrar entre las pertenencia varios kilos de estupefacientes, procediendo a detener al hombre.
Esa noche fue de fiesta, hasta el mismo comisario trato a Ahorcado como un numerario más, y así aquel animal paso a ser el agente “Ahorcado” desde aquel día.
Pero como toda historia no termina cuando viven felices y comen perdices, la vida de Ahorcado continuo, devolviéndole a aquel agente parte de su vida, aquella que el había salvado, y que ya empezaba a ser leyenda en la comisaría de Km. 3.
Aquella noche recibieron un aviso de alerta, el agente se dirigió hacia el lugar, al llegar la oscuridad era total, las luces apenas llegaban al sitio como suaves penumbras, como las de una película de terror.
Sintió gruñir a Ahorcado y trato de ocultarse en la sombra, de pronto Ahorcado salto contra el agente en el preciso instante en que quebró el aire el sonido de un disparo, el perro había sacado de la línea de tiro a su salvador, pero el proyectil encontró otro blanco, el cuerpo de Ahorcado, que cayo rodando por el suelo, mientras el agente gritaba con toda la fuerza de se voz
─ ¡AHORCADO!
Y corrió a agarrar al animal, que tirado en el suelo gemía mientras sus ojos miraban al agente como diciéndole
─ Estamos a mano, amigo, te devuelvo aquella vida que un día tú me distes.
Y con un último estertor, murió aquella noche oscura Ahorcado.
Mientras los demás agentes buscaban al responsable del disparo, el agente corrió con el perro abrazado hasta la comisaría.
─ Oficial muerto en el cumplimiento del deber ─ murmuro mientras lo depositaba sobre una mesa
Aquella mañana sorprendió a los agentes en silencio, comentando de las veces que les había salvado la vida a varios de ellos, tristes porque habían perdido un compañero que supo ganarse su lugar en la comisaría de Km. 3, y ese respeto por Ahorcado que desde aquel día no solo sería un perro más.
Juan José Bravo (Escritor comodorense, radicado en Buenos Aires, desde hace 10 años, creador de la Revista Las Letras, casado con la Escritora Susana Beatriz Cuello; son mis padres)
Nota del Autor: Este cuento está basado en un hecho real, y como homenaje a “Ahorcado” un perro distinto, por esa razón en esta historia no se han colocado el nombre de los agentes que la vivieron, su cuerpo descansa en el patio de la comisaría y al frente se colocó una placa con su nombre.